EL MANGO EN VENEZUELA
Por Carlos Alarico Gómez*
“La historia es una ciencia y, por tanto,debe ser tratada como tal"C.A.G
Gabriel
García Márquez publicó en 1989 el libro El General en su Laberinto y, como era de esperarse, la obra del
merecidamente celebrado Premio Nobel de Literatura (1982) se agotó apenas llegó
a los anaqueles. Como siempre, el hombre de Aracataca había trabajado con mucho
ahínco para lograr éxito y, si bien se trataba de una novela histórica, tuvo el
cuidado de consultar la poca documentación existente sobre los últimos meses de
la vida del Libertador para sustentar sus aseveraciones. No obstante, desechó
la seguridad que le proporcionaba la experiencia de haber conocido a fondo el
personaje Simón Bolívar a través de sus lecturas, prefiriendo, en
cambio, buscar historiadores venezolanos que lo ayudaran a cotejar datos
que no estaban en la documentación consultada. Le preocupaba, en particular, la
aseveración que había formulado en las páginas de ese libro en el
sentido de que Simón Bolívar comió mango al lado de su amada Josefina Machado,
mientras vivió con ella en Angostura entre los años 1817-1819.
Uno
de los asesores seleccionados por el Gabo para verificar esa data fue el
historiador venezolano Vinicio Romero, casado con una dama guayanesa, región
donde vivió varios años. El consejo que le dio fue de no usar esa información
porque tenía la convicción de que el mango no llegó a Venezuela sino mucho
después de la Batalla de Carabobo. Romero basó su aseveración en lo
previamente argumentado por Lisandro Alvarado (1921), Henry Pittier (1926)
y Arturo Uslar Pietri (1967), a lo que hay que añadir que éste
investigador había dedicado todo su esfuerzo intelectual al estudio de la
figura del Libertador y, por esa razón, el escritor colombiano no vaciló en
eliminar ese dato de su obra.
No
obstante, tan pronto salió a la luz pública el libro en referencia y se pudo
conocer el hecho narrado, el investigador Pablo Ojer se puso las manos en la
cabeza y expresó con honda preocupación que Romero no tenía razón, ya que él
tenía pruebas irrefutables de la manera cómo se introdujo el mango
en Venezuela durante la época provincial. La afirmación la hizo ante un
grupo de familiares y amigos que lo acompañábamos en su casa de Santa Inés, en
Caracas, quienes oímos con gran interés las precisas y bien documentadas
explicaciones que nos proporcionaba el profesor Ojer y, por lo
tanto, no nos sorprendió en lo absoluto la lectura de un artículo suyo que
publicó algún tiempo después en el Diario de Caracas(04-05-1991)
titulado “Sancinenea, introductor del mango en Guayana”, en el cual presentaba
las pruebas de que le asistía la razón.
Fermín de Sancinenea
En efecto, la sabrosísima fruta, que tanto disfrutamos cuando niños sin
preocuparnos por saber su procedencia, entró en nuestro territorio de la
mano del navegante Fermín de Sancinenea en el ya lejano año de 1789,
suceso que le informó con detalles al ministro Antonio Valdés en carta que le
envió el 29 de abril de ese año, en la que le decía que logró sembrar en
Angostura (hoy Ciudad Bolívar), con permiso del gobernador de la provincia,
"... las plantas y semillas de que Vuestra Excelencia quedará impuesto por
el adjunto documento que acompaño...". Y en el referido anexo,
Sancinenea especificaba que había sembrado canela, nuez moscada, el
clavo, la pimienta de Castilla y el mango, precisando que esta última se
produce en la isla de Ceilán (Sehilán en el original), en la India, de donde
fueron conducidas al Nuevo Mundo.
En
el documento se explica el modo cómo Sancinenea le repartió la semilla a
varios hacendados y vecinos de Guayana, entre quienes se hallaba su amigo Félix
Farreras, a quien le informó cuál era la mejor fecha y el método más
adecuado para sembrarla, lo que debía seguirse al pie de la letra si se quería
obtener frutos jugosos y hermosos. La técnica le había sido confiada por los
hindúes de Cayena a los que compró las semillas. En esa época, los nacionales
de ese país emigraban en gran cantidad a la isla de Trinidad y a la región
guayanesa que ocupaban los franceses y holandeses. Faltaba todavía algún tiempo
para que Francia le cediera parte de su colonia a Inglaterra (1815) y se
constituyera la Guayana Británica.
Sancinenea
tuvo suerte en lograr que su mensaje fuese captado a plenitud, lo que permitió
la rápida reproducción de la planta, que se adaptó estupendamente a la
geografía de la Guayana venezolana y, más tarde, a la del resto del país, tal
como pudo comprobar Alejandro de Humboldt en 1800 durante su visita a la ciudad
de Angostura (Viaje a las Regiones
Equinocciales, IV, p. 396), ocasión en que fue atendido por Farreras,
quien había llegado a alcanzar una posición de gran importancia en esa región.
Su relevancia era tal, que fue uno de los que extendió certificado de
reconocimiento al gobernador Manuel de Centurión Guerrero en 1771, dando fe
sobre sus realizaciones en materia de poblamiento y administración,
documento en el que también aparecen las firmas del vicario Andrés Callejón y
del comandante Nicolás Martínez, entre otras.
Otro
dato importante en torno a este hecho es que Sancinenea remitió al conde
de Campoalange, consejero de Estado de Carlos IV, los certificados que avalaban
la introducción del mango en Guayana, que le fueron proporcionados por el
gobernador y por el Cabildo de Angostura. La correspondencia la redactó en una
carta fechada en Aranjuez el 27 de mayo de 1795, mientras se encontraba en
España, en la que aportaba datos de gran interés que le abrieron las puertas
del Palacio Real, siendo atendido personalmente por Campoalange,
quien después de constatar la documentación que le fue consignada,
procedió a felicitarlo y de inmediato tramitó su designación como
Capitán de Puerto en la ciudad de Puerto Cabello, así como su ascenso al grado
de Capitán de Navío, cargo que le fue concedido y que desempeñó a cabalidad,
como había sido su conducta en todas las posiciones que logró obtener durante
su larga e intensa vida.
Años
después, cuando se sintió envejecer, solicitó su pase a retiro a don Manuel de
Guevara y Vasconcelos, Gobernador y Capitán General de la Provincia de Venezuela,
quien accedió a ello y, en consecuencia, le escribió a Carlos
IV pidiéndole que le concediera la jubilación requerida en carta
fechada el l7 de diciembre de 1803. La solicitud fue aceptada por el monarca,
lo que le permitió a Sancinenea regresar a España en el atardecer de
su existencia, después de haber tenido una vida plena de hallazgos y
realizaciones, entre las que se destaca la introducción del mango en
Venezuela.
Visión
retrospectiva: ¿Cómo entró el mango en Venezuela?
Fermín
de Sancinenea era un marino nacido en la población de Fuenterrabía,
provincia de Guipúzcoa, quien muy joven se embarcó hacia América en un
barco de la Compañía Guipuzcoana y, después de varios años de
servicio, logró en 1757 que el gobernador de La Española le otorgara el
título de Capitán de Mar y Tierra del paquebote Nuestra Señora de la
Concepción, con lo que mejoró notablemente su posición, ya que a partir de ese
momento tendría bajo su responsabilidad el comando de un buque encargado de
transportar pasajeros y correspondencia entre España y los puertos américanos.
Fue
justamente esa actividad la que le permitió llevar el mango a la población de
Angostura, en Guayana, treinta y dos años más tarde. La explicación de la
manera cómo logró encontrar e introducir la mencionada fruta en
nuestro país se encuentra en la carta-informe que envió al gobernador de
la Provincia, la cual fue encontrada por Ojer en 1954 en el Archivo de
Simancas, ubicado en Valladolid, España, mientras efectuaba estudios de
post-grado en ese país. En el documento, Sancinenea narra las peripecias del
viaje que empezó el 19 de enero en Angostura y que continuó por el caño de
Imataca, después de un breve descanso en los Castillos de Guayana, cercanos a
San Félix.
Su
viaje lo prosiguió navegando hacia la isla de Tobago en la que encontró al
conde de Dilón, gobernador de Martinica, a quien condujo a esa isla
francesa, permaneciendo allí una corta temporada. Luego tomó rumbo a Cayena,
capital de la Guayana Francesa, donde adquirió la semilla del mango, además de
las otras ya mencionadas, las cuales llevó a Angostura en abril de ese mismo
año, tres meses antes de que Bolívar cumpliera su sexto aniversario. Veintiocho
años después, el Libertador tendría la oportunidad de saborear la deliciosa fruta
al lado de su amada Josefina, en las riberas del inmenso Orinoco.
Sobre
la vida de Sancinenea trabajó también Diego Serpa Arcas, quien se topó con la
figura del guipuzcoano mientras investigaba la ruta de Humboldt, habiendo
llegado a la conclusión de que fue ese hombre de mar el que introdujo el mango
en Venezuela y de su labor dejó constancia en un artículo que publicó en El
Universal del 26 de mayo de 1985.
El
mango en la historia de la medicina
La
historia del mango es de antiquísima data. Se cultivaba ya en tiempos
prehistóricos, según se puede inferir de antiguos documentos existentes en la
India, donde se mencionan las propiedades de esa sabrosísima fruta. La
información se encuentra en muchísimas publicaciones, tal como se puede
comprobar en la lectura de las Sagradas Escrituras traducidas del sánscrito, la
antigua lengua de los brahmanes, así como en multitud de leyendas recogidas en
libros folclóricos de la India en los que aparecen detalladas
narraciones sobre las bondades del mango en asuntos relacionados
con la salud, hasta el punto de haber sido calificado de fruto sagrado. De
hecho, el árbol del mango ha sido objeto de veneración en ese país desde
tiempos ancestrales, que se estiman en unos dos mil años antes de Cristo.
I.
En
Venezuela, al mango también se le ha hecho acreedor de reconocimiento, debido a
sus características intrínsecas y por haber contribuido al sustento de los
agricultores que se dedicaron a su cultivo. En el estado Cojedes, por
ejemplo, el gobierno regional llegó a conceder la “Condecoración del
Mango”, dada la admiración que le tienen sus moradores a esta fruta, debido
a sus múltiples acciones beneficiosas para la salud, cuyas
bondades han sido comprobadas y reconocidas mundialmente por el gremio
médico, por los nutricionistas y por el ciudadano común. Sus aplicaciones son
numerosas, pero las más reconocidas son las de proporcionar antioxidantes al
cuerpo, lo que le permite actuar en forma preventiva contra el cáncer del
colon, además de suministrar vitaminas C y B5, lo que facilita el metabolismo
de los hidratos de carbono y el tratamiento de problemas en la epidermis.
No
obstante, su ingestión excesiva produce efectos laxantes, sobre todo en los
meses de abril y mayo que es cuando ocurre el sobre abundancia de la fruta y,
obviamente, eso produce un consumo desbordado en la población. Y la razón es
que el mango tiene un alto contenido de fibra, por cuyo motivo se debe tener la
precaución de no ingerir más de 300 gramos al día. En esa cantidad es
una excelente ayuda para el estreñimiento, debido a que facilita la digestión,
según se ha podido comprobar, pero es fácil caer en excesos dado el rico sabor
de la fruta.
Sus
beneficios para la salud son de tal magnitud que está totalmente comprobada su
positiva influencia en la reducción de las tasas de colesterol y como
coadyuvante en el control de la glicemia, lo que resulta altamente gratificante
para el ser humano. También es recomendada su ingestión para las personas que
padecen de insuficiencia renal, pues tiene un alto contenido de potasio y, como
si eso no bastara, posee además un efecto saciante que favorece a las
personas que sufren de diabetes o de exceso de peso. A todo esto se debe
agregar que hay muchas personas que le atribuyen efectos afrodisíacos y si bien
esto no ha sido del todo comprobado, vale la pena averiguar. Como se puede
observar, hay múltiples razones para estar agradecidos del mango y al
entenderlo así se puede comprender por qué los hindúes lo veneran con
tanta devoción, atribuyéndole parte de su felicidad. También ayuda a
entender a los cojedeños, a los guayaneses y a otros
connacionales que celebran la fiesta del mango con alegría contagiosa,
costumbre que se ha ido extendiendo en Venezuela.
Las
cualidades del mango
El
mango es una fruta de pulpa carnosa, baja en calorías, de sabor dulce y grata
al paladar, que está lista para ser consumida cuando su concha se torna
amarilla o rosada, según la variedad. En Venezuela se prefiere la especie
llamada “Bocado”, que resulta deliciosa por su sabor y contextura, pero también
se puede conseguir el mango “Manila” en el oriente del país, tal como asevera
el célebre historiador Germán Carrera Damas quien es un fiel y constante
consumidor de la deliciosa fruta. Carrera estima que esta variedad de mango
entró en América a través de Acapulco, México, después de cruzar el Océano
Pacífico desde Luzón.
Tal
posibilidad es altamente factible y de hecho hay autores que han señalado
que viajeros españoles llevaron la fruta desde la India hasta Manila a fines del
siglo XV, lo que explicaría su llegada a México en una época en que España
comenzaba a tomar posesión del continente recientemente descubierto por Colón.
Si bien el mango “Manila” es apreciado en la región nor-oriental del país, una
variedad que también compite en la aceptación de los consumidores es el mango
“Melocotón”, de gran tamaño, que posee sabor y olor muy similar al melocotón en
almíbar, característica que le ha hecho ganar ese calificativo.
Entre
las variedades más populares de la “Mangifera
indica lennis”, como se llama científicamente a la popular fruta, están:
los mangos de hilacha, riquísimos en fibra; los de injerto, favorecidos
ampliamente por el comercio, entre los que se destaca la variedad conocida como
la manga; y el bocao, que es el preferido por la mayoría, dado el
delicioso sabor de su pulpa y al hecho de que se puede comer sin la incomodidad
del mango de hilacha, que si bien muy sabroso, tiene la desventaja de
incrustarse entre los dientes, lo que obliga al consumidor a ayudarse con los
dedos para sacarse de la boca el indeseado visitante, lo que no es apreciado
por las damas, que encuentran decididamente vulgar ese indeseable hábito.
El árbol del mango
Puede
alcanzar hasta unos treinta metros de altura, aunque los agricultores prefieren
a los que tienen un promedio de diez metros, lo que consiguen mediante la
técnica de aplicación de injertos. De ese modo incrementan la producción en el
menor tiempo posible, aumentando la productividad, además de facilitar la
recolección del producto durante la cosecha. De esa práctica agrícola
surgió el dicho de que "los mangos están bajitos", refiriéndose
sin duda a que cuando las matas están bien cargadas el trabajo de los
campesinos se facilita, haciendo menos ardua su labor.
También permite que los niños puedan acercarse a las matas de mango y
atrapar las frutas con más facilidad, muchas veces sin el consentimiento
de sus dueños. Es común ver en los alrededores de los mangales, en tiempo de
cosecha, niños corriendo con el producto de su rapiña entre las manos, mientras
los productores les gritan improperios. Pero todo ello, bueno es decirlo, forma
parte de la tradición del pueblo venezolano y nunca se ha sabido de un niño que
haya sido encarcelado o herido como consecuencia de haberse adueñado de un par
de buenas mangas del solar vecino.
El
mango en la política
En
el siglo XIX se hizo muy popular el dicho “Los mangos están bajitos” y se usó
mucho en la política, pues servía para expresar que las cosas estaban
listas para ser llevadas a cabo o que ya el asunto en ciernes había sido
descubierto. Tal creencia popular pudo ser comprobada en 1913 por el general
Francisco Linares Alcántara, pero el aprendizaje le costó la enemistad de Juan
Vicente Gómez y el exilio. El problema se originó debido a la ruptura política
entre los generales Román Delgado-Chalbaud y Gómez, que habían sido muy buenos
amigos, compadres y socios en varias empresas, pero que en ese año se
enfrentaron por rivalidades y malentendidos, lo que llevó al primero a
implementar un proyecto para derrocar a su compadre Gómez.
Linares
Alcántara, que había sido separado de sus responsabilidades de gobierno, se
involucró en la conspiración, a pesar de ser muy allegado a Gómez, hasta el
punto de que tenía amores con Regina, la hermana del dictador, a la que
había prometido matrimonio. Cuando Gómez se enteró del intento que se fraguaba
en su contra procedió a designar al coronel Agustín Tirado Medina para que
detuviera a Delgado-Chalbaud. Tirado aceptó el encargo, pero sabía muy bien que
la misión encomendada era peligrosa y, por tal razón, averiguó los hábitos del
militar en desgracia y pudo saber que acostumbraba salir muy temprano en
su coche tipo Victoria, que era guiado por dos hermosos purasangres color
castaño y, con esa información, tomó la decisión de esperarlo frente a su casa
desde las primeras horas de la madrugada.
Su
estrategia dio resultado. Poco antes de las seis de la mañana del 17 de mayo de
1913, Tirado escuchó que el coche del general Delgado-Chalbaud se
aproximaba y con todos sus sentidos en alerta se aprestó a cumplir sus
instrucciones y se colocó frente al portón, pues sabía muy bien que el
conductor tenía que aminorar la velocidad en ese lugar para poder
salir de la casa y tomar la calle. No hizo falta ninguna violencia. De
hecho, Delgado-Chalbaud lo conocía muy bien y, tan pronto lo vio, ordenó frenar
el coche para conocer el motivo de la presencia de Tirado, lo que éste
aprovechó para saludarlo militarmente y al acercársele le colocó un
revólver en el pecho para luego conducirlo preso a La Rotunda.
Linares
Alcántara se enteró del suceso a través de Regina, hermana del
Presidente, quien le dijo: Es mejor que salgas del país por un tiempo,
Panchito, mientras las cosas se arreglan. Linares
le hizo caso a su novia, pero dudó mientras preparaba su salida: ¿Será verdad
que su futuro cuñado lo quiere detener? Y ante la incertidumbre, decidió
llamar por teléfono al Presidente y al responderle se produce el
siguiente diálogo:
-Ala, Alcántara, ¿qué noticias me tiene?
A lo
que Linares Alcántara contesta:
-Nada, mi general, quería saber si todo estaba
bien. ¿Cómo van las cosas?
Y
Gómez le expresa:
-Pues, nada, amigo Alcántara. Es que como los mangos están bajitos,
estoy meniando la mata pa’ que se caigan.
Tan pronto escuchó esas palabras no lo dudó más y como conocía muy bien a Gómez
sabía que su vida estaba en peligro. Por tanto, esa misma noche cabalgó a toda
marcha hacia Puerto Cabello, donde tenía una chalupa esperando para
conducirlo a Curazao.
Es
posible que el dictador deseara dejarlo escapar por petición de Regina, pero
Linares prefirió no quedarse a esperar la decisión. La desgracia fue
grande para los protagonistas de aquel suceso. Delgado Chalbaud pagó 14 años de
cárcel y al salir en libertad comandó la invasión del Falke y allí murió en un enfrentamiento
contra el general Emilio Fernández. Regina murió soltera, recordando a su dulce
Panchito y el matrimonio que no pudo ser. Y Linares tuvo que esperar la
muerte de Gómez para regresar del exilio. Es decir, tuvo que aguardar a que los
mangos estuvieran bajitos, lo que equivalía a decir: a que Gómez
muriera.
A
su regreso a Venezuela, tuvo la oportunidad de observar "la meneada de
mata” que efectuó López Contreras, para que “los mangos cayeran". Es
decir, meneó la mata de mango, pues ya estaban maduros y había que propiciar su
caída, lo que significa en el lenguaje político venezolano que el
Presidente tenía que propiciar los cambios que la nación requería o el
tumbado habría sido él.
Años
más tarde, el doctor Luis Beltrán Prieto Figueroa criticó la alianza de Jóvito
Villalba -jefe del partido URD, de ideología liberal-, con Herrera Campins
-candidato socialcristiano a la Presidencia de la República- y expresó que eso
era como una ensalada de mango con morrocoy, incorporando un nuevo dicho al ya
amplio vocabulario relacionado con la fruta, modernizando la expresión
tradicional de que “eso es más raro que un plato de mango con arroz” o también
que “eso es un arroz con mango”. Quería expresar el recordado maestro Prieto
que era una alianza imposible y en ello tuvo mucha razón, pues ésta no se
prolongó más allá de unos meses, mientras duró la “luna de miel” de 1979.
El
mango y el amor
No
obstante, el léxico del mango va más allá de las peligrosas sutilezas
políticas. De hecho, la exquisita dulzura de la fruta, su aroma, su textura y
las redondeces de su forma encuentran un campo fértil para que los enamorados
de todas las épocas lo relacionen con el amor y con la belleza femenina. Es
frecuente escuchar a un joven perspicaz manifestarle a una linda dama que pasa
por su lado: “Eres más dulce que mango de hilacha”, aunque otros prefieren
palabras más crudas, tales como "mi vida, estás como un mango". Como
se ve, la deliciosa fruta también se usa para expresar la admiración que un
hombre siente por la mujer que le agrada.
La
economía
En Ciudad Guayana –la región por la que entró el mango- se ha comenzado el
proceso de industrialización de la concha y de la semilla de esa fruta, la cual
tiene una variadísima aplicación en el campo nutricional y de salud.
Particular crecimiento se ha notado últimamente en el procesamiento de los
jugos de mango, a veces combinados con naranja, zanahoria u otros frutos. Y,
como siempre, ha continuado creciendo la comercialización de conservas y jaleas
de mango, de gran aceptación en el mercado venezolano.
Sin
embargo, lo que ha permitido la gran expansión del mango en el territorio
nacional fue el desarrollo de la técnica de injertos, la cual surgió debido a
que una buena parte de la producción se perdía por la carencia de criterios de
producción y mercadeo, ya que su abundancia en la época de cosecha y su lejanía
con los grandes centros de consumo hacían que se perdiera una buena parte de la
cosecha. El mango injertado hace posible que el árbol pueda cultivarse en un
ambiente no apropiado, pero dotado de un sistema de riego controlado, lo que
permite programar varias cosechas y ofrecer el producto durante casi todo el
año.
El
injerto es el método de propagación preferido por los productores, pero también
se usan los de la semilla y el acodo. Los injertos pueden ser de aproximación o
de corona. En los viveros se acostumbra usar maceteros con plantitas de mango a
las que se pegan yemas o púas de la variedad seleccionada. Los expertos sugieren
que las yemas para injertar sean tomadas de las puntas de las ramas jóvenes, lo
que revela una cierta discriminación con las de mayor edad, pero insisten en
que el gajo para injertar y el patrón sean iguales o similares en tamaño y
madurez y, en ese sentido, recomiendan la escogencia de las mejores ramitas,
así como la selección de madera bien madura. Cuando se injerta deben amarrarse
ambas partes con rafia (palmeras de fibra resistente y flexible), cinta
plástica o ristra de platanera humedecida. Después de cuatro semanas se examina
la yema y, lógicamente, el agricultor debe tener sumo cuidado mientras el
injerto pega y la planta comienza a desarrollarse, porque ese es su objetivo.
Si trabaja con cuidado y dedicación, logrará que la planta crezca sana y
robusta, lo que premiará su paciencia y le aportará además una merecida
ganancia como consecuencia de su esfuerzo.
Cualquiera
que sea la técnica utilizada para la propagación, siempre debe considerarse el
tipo de suelo y las necesidades hídricas para poder programar la cantidad de
hectáreas a sembrar, la producción por fechas y el mercado. En este último
aspecto se deben evaluar los canales de distribución y de comercialización, con
el fin de garantizar el éxito del inversionista. Los injertos más solicitados
en el mercado occidental son los conocidos como mulgoba (de forma
óvalo-globosa), amino (de forma arriñonada), pairi (ovalado), camboyana
(alargado) y sansersha (de forma de pera).
Venezuela
figura de segunda entre los productores de la América del Sur, superada
únicamente por Brasil. El líder de la producción mundial es Asia, como es de
suponer, seguida de África, Norteamérica, Suramérica, Oceanía y Europa (Fuente:
FAO). Si se toma en cuenta el actual poderío económico de Europa, se puede
visualizar un mercado bien interesante para los productores venezolanos. Hoy
día su uso se ha extendido a la buena mesa, abarcando los restorantes de
categoría cinco estrellas, donde los más reconocidos chefs hacen sus mejores
esfuerzos para complacer paladares exigentes.
El
mango en la buena cocina y en el bar
Scannone,
el reconocido gourmet venezolano, ha incluido en su libro Mi
cocina (2006) la salsa de chutney de mango, pavo relleno con mango,
lairenes y duraznos, el dulce de mango en almíbar y la jalea de mangos verdes
con azúcar o papelón. Helena Todd (1999), por su parte, recomienda la jalea de
mango en su libro Las recetas caraqueñas. La fruta ya
ha llegado incluso al bar y forma parte de la variada selección de cócteles que
se ofrece a catadores exigentes en las barras más sofisticadas del país. Como
podrá apreciar el lector, el mango ha trascendido las barreras culturales en
todo el orbe y no hay un rincón del planeta, en los cinco continentes, donde no
se haya saboreado esta riquísima fruta.
Bibliografía:
García
Márquez, Gabriel. El General en su Laberinto. Bogotá: Edit. Oveja Negra.
1989.
GUÍA
AGRÍCOLA. Ediciones MAC. Caracas.1968.
Humboldt,
Alejandro de. Viaje a las regiones equinocciales del Nuevo
Continente.Caracas: Monte Ávila Editores (Tomo IV). 1991, 2da. ed.
Méndez
Salcedo, Ildefonso. La Capitanía General de Venezuela.
Caracas. Edic. ULA-UCAB. (2002.
Ojer,
Pablo/ Sanoja, Mario/ Ramírez, Tulio. Barrancas del Orinoco.
Caracas. Ediciones ME. 1990.
Ojer,
Pablo. Sancinenea, introductor del mango en Venezuela. El Diario de Caracas. 1991.
Scannone,
Armando. Mi cocina. Caracas:
Editorial Arte. 2006.
Serpa
Arcas, Diego. El mango en la ruta de Humboldt.
Caracas: El Universal. 1985.
Todd,
Helena. Las recetas caraqueñas. Caracas:
Editorial L. L. El Nacional.1999.
Desde
abril y hasta septiembre las calles regalan el olor y el color de uno de los
frutos de la naturaleza que más adeptos posee. Un manjar que vino de Asia y que
América hizo suyo. El mango es la fruta de la temporada.
El consenso es absoluto. La
tentación es, por estos días, irresistible. No existe alguien que no se rinda
ante el inigualable sabor de un suculento mango, ni quien se atreva a renegar
de su dulce sabor. Las calles, hoy adornadas con el amarillo de esta generosa
fruta, son una permanente invitación al paladar. Le dicen el melocotón de los
trópicos.
Este manjar, tan familiar para
todos, tuvo que viajar mucho, sin embargo, para encontrar el lugar que lo
recibiría y lo haría suyo. Países como México, Brasil, Venezuela y las
Antillas, en general, lo producen y consumen durante los meses de temporada con
golosa fascinación, olvidando o ignorando, probablemente, que la fruta no nació
por estos predios.
Y es que es tan popular que su nombre también está presente en el refranero venezolano. Todos saben, por ejemplo, que cuando en el rito del cortejo uno de los dos involucrados demuestra ser presa fácil de los requerimientos del otro, se dice que "está como mango bajito". O también, cuando una situación se presenta confusa o muy enredada, se afirma que es "un arroz con mango".
Son múltiples sus variedades, pues se conocen más de mil. El científico y explorador Henry Pittier menciona en sus escritos especies como el mango jobo, el mango camburito, el mango piña y el mango de pico de loro. Sin embargo, se identifican tres tipos: el mango de bocado, que como su nombre lo sugiere puede comerse por bocados, el de hilacha, por las finas hebras que conforman su pulpa, y la manga, que se caracteriza por ser más grande que los dos anteriores y por sus tonalidades rojizas.
También son variadas las formas de consumirlos, virtud que no le es exclusiva, ciertamente, pero es de reconocer que su textura y sabor permite degustarlo en forma de jalea, jugo, carato, mousse, mermelada o compota; hay quienes prefieren comerlo verde y aderezado con sal, o bien, preparando la salsa "chutney", que contiene azúcar moreno, jugo de limón, ajo, cebolla y picante.
Sin embargo, la fascinación por
el mango va más allá de sus cualidades gustativas, y de las numerosas
propiedades medicinales que se le atribuyen. En India posee una significación
especial; se le llama "fruta del cielo", y el árbol de los deseos.
Las antiguas leyendas hindúes dan fe de la antigüedad del mango y de su
importancia. Por ejemplo, se sabe que el rey Akbar, quien gobernó India hacia
el siglo XVI, supuestamente poseía una plantación de cien mil árboles de mango.
Pero hay una leyenda que pone el acento en su supuesto carácter sagrado, y es
aquella que sostiene que Buda se sentaba a meditar a la sombra de un árbol de
mangos. Rafael Cartay, en su libro El
pan nuestro de cada día, no alude a esta leyenda, pero confirma que la
planta es originaria de India y, especifica, que en la península de Malaya es
donde se encontraba la mayor variedad de especies. También agrega que el
cultivo de esta planta se extendía hasta las Filipinas. Por otra parte, la
literatura china del siglo VII constata que el cultivo del mango era
tradicional en las zonas cálidas de China e Indochina.
A pesar de las leyendas sagradas
que adornan al mango, y de sus reconocidas virtudes, el botánico Pittier llegó
a señalar que "el mango incita a la ociosidad, a la invasión de la
propiedad ajena y a la vagancia, además, por bueno y saludable que sea, cuando
se goza de él con moderación, provoca aveces desórdenes en el sistema digestivo
y distamucho de ser un alimento completo". Afortunadamente, lo anterior
sólo permite demostrar que el investigador no era muy afecto del muy codiciado
fruto, actitud que hoy en día, seguramente, le hubiese granjeado muchos
enemigos al insigne científico.
La
historia: un arroz con mango
La vía que tomó el mango para
llegar a América, es un punto en el que los historiadores todavía no se ponen
de acuerdo. Algunos sostienen que fue a través del Galeón de Manila, el cual
viajó de Filipinas a México por iniciativa de los españoles hacia mediados de
1500. Otra tesis muy difundida afirma que gracias a los navegantes portugueses
es que los americanos podemos degustar del sabroso fruto amarillo. Sin embargo,
la fecha es imprecisa, pues no se sabe si fue en el siglo XVI o en el XVIII que
el mango descubrió América. Según Cartay, algunos estudiosos se atreven a
afirmar que la primera mata de mango se sembró en Bahía, Brasil, hacia
1700.
A las costas venezolanas se cree
que llegó en el siglo XVII: "La referencia más antigua que sobre el tema
tenemos es la que cita Codazzi, en 1841. Appun en 1849 lo señala en las
cercanías de Puerto Cabello, y Adolfo Ernest lo observó en 1869 en el valle de
Caracas", advierte el botánico Jesús Hoyos, en Frutales de Venezuela. Este dato
confirmaría que Gabriel García Márquez no estaba equivocado cuando en el
manuscrito de su novela El
general en su laberinto, puso a Simón Bolívar a comer mangos. Se cuenta
que el historiador Vinicio Romero, corrigió al Premio Nobel de Literatura, con
el argumento de que para la época de la Independencia el mango no había llegado
a Venezuela. Así pues, al Gabo no lo quedó otra que cambiar de fruta, y puso al
Libertador a degustar unas deliciosas guayabas. Pero como vimos, las
investigaciones se orientan a demostrar que Romero estaba equivocado, y que,
por lo tanto, Bolívar pudo comer, no sólo uno, sino cientos de mangos. La
historia, más tarde, dejaría claro que el padre de la patria no los cogió
bajitos.
Palabra
magica. Su nombre original no es uno sino varios: rasala o sahakara en sánscrito, ymankay en tamil, refiere el gastrónomo José Rafael
Lovera. Pero, específicamente, el término con el que lo identificamos
proviene de mangga,
palabra de origen malayo. Su denominación científica, por otra parte,
es mangífera indica, y
según revela Jesús Hoyos en Frutales
de Venezuela, el término aclara su origen: mangífera proviene del griego
y significa "que lleva mangos", y el vocablo indica denota el país del cual
proviene: India.
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